El excesivo consumo de carne en países industrializados, equivalente en Alemania a unos 60 kilos por persona al año, es insostenible por los desequilibrios que provoca en el medioambiente, dice un estudio.
La cría de animales para la producción de carne es una de las actividades más redituables de la agricultura por la enorme demanda de una clase media global en creciente expansión. Los países que se benefician de este lucrativo negocio, no porque tengan mejor calidad o mejor pienso, son unos cuantos países que tienen la capacidad de ofrecer grandes cantidades de carne para la exportación: Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, la Unión Europea y Australia.
La creciente demanda de carne de una población mundial que aumenta a un ritmo estimado en unos 73 millones de personas al año, está provocando conflictos medioambientales y de producción insostenibles a nivel global, según un “Atlas de Carne” presentado conjuntamente por la Fundación Friedrich Böll, cercana al Partido de Los Verdes, la Asociación a Favor del Medioambiente y Protección a la Naturaleza (BUND) y el diario Le Monde Diplomatique, cuyos representantes exigieron al Gobierno alemán un cambio de modelo, sobre todo una reforma a la Política Agrícola Europea, poco antes de que abra sus puertas la Feria Agrícola alemana Grüne Woche (Semana Verde).
Con un consumo de carne promedio de 60 kilos por persona al año, los alemanes comen el doble que la población de los países en desarrollo y considerablemente más que los países más pobres, en donde el consumo promedio anual es de unos 10 kilos per cápita.
Argentina y Brasil
La presidenta de la Fundación Heinrich Böll, Barbara Unmüssig, señaló que la
Barbara Unmüßig, presidenta de la Fundación Friedrich Böll.
producción industrial de carne no solo significa una vida llena de sufrimientos para los animales y contaminación al medio ambiente sino que también consume enormes cantidades de materias primas. Como ejemplo, citó a Argentina y Brasil, de donde proviene prácticamente el 100% de la demanda alemana de soya para pienso animal, la cual está prácticamente manipulada genéticamente en su totalidad.
“Esto tiene como consecuencia que en Argentina y en Brasil se destinen cada vez más tierras cultivables para la producción de pienso animal, sobre todo la soya, impulsada también por la creciente demanda china. Como resultado, los pequeños campesinos son expulsados de sus tierras por grandes agroindustrias”, afirmó Unmüssig, en conversación con DW.
La experta advierte sobre un ciclo imparable y perverso: “Una consecuencia del monocultivo de soya son las grandes cantidades necesarias de pesticidas y herbicidas como el glifosato, que es rociado con aviones sobre los plantíos de soya, contaminando no sólo el suelo sino también el agua, trastornando las condiciones de vida de los habitantes que viven en dichas regiones”.
El glifosato ha provocado un nuevo agente patógeno observado en animales, que acaba en el plato del consumidor. Tan sólo en Argentina se utilizan unas 200 millones de toneladas de este químico al año. Después de China, los europeos son los mayores importadores de soya, para cuyo cultivo entre tanto se destina cerca de una tercera parte de la tierra cultivable a nivel mundial.
Aumenta el consumo de carne en todo el mundo.
Fin a las subvenciones europeas
“Necesitamos un cambio en la Política Agraria Común (PAC), un alto a las subvenciones a la crianza industrial de animales y, en este contexto, Alemania no es un motor sino un país que bloquea toda reforma”, advirtió, por su parte, Hubert Weiger, presidente de la asociación medioambientalista BUND, que señaló que Alemania destinará este año unos 80 millones de euros a las subvenciones agrícolas. Adicionalmente, subrayó los problemas derivados del uso de antibióticos en la crianza industrial de animales, que provocan unas 25.000 muertes de seres humanos en Europa al año.
“La Política Agraria Común debe volverse más ecológica, tiene que ser más sustentable desde el punto de vista social. No podemos permitir una crianza industrial de animales, con ello nosotros los europeos les quitamos los alimentos a los más pobres de los pobres en aras de la producción de pienso animal que redunde en una oferta de carne barata. Esa carne barata es subvencionada para la exportación a esos mismos países, con consecuencias devastadoras”, dice Weiger en conversación con DW.
El líder de la organización medioambientalista advierte que la Política Agraria Común tiene que ser más compatible y sustentable internacionalmente y que Alemania en el contexto europeo tiene un papel decisivo.
Hubert Weiger. Presidente de la organización ecologista BUND.
Según los datos presentados en Berlín, cada alemán come en promedio 1094 animales al año, es decir, 4 vacas, 4 ovejas, 12 gansos, 37 patos, 46 cerdos, 46 pavos y 945 pollos. Un 85% de la población come casi diario carne, desde el desayuno. El consumo se ha cuadriplicado desde el siglo XIX. Los hombres de entre 19 a 24 años son los más carnívoros, seguidos de las mujeres de entre 25 y 34 años. Sin embargo los grandes escándalos como el mal de las vacas locas y la fiebre porcina y aviar han impulsado un mercado de productos orgánicos y un número creciente de vegetarianos y veganos.
“La alimentación vegetariana y vegana está en auge. Calculamos que entre tanto ya hay unos 7 millones de vegetarianos y unos 700.000 veganos. Según nuestras previsiones el número crece a un ritmo de 10% al año”, dijo a DW Sebastián Zösch, director de la Asociación alemana de Vegetarianos, quien se encontraba entre el público.
Autora: Eva Usi
Editora: Cristina Papaleo
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