Un sabor agridulce quedó en mi paladar cuando terminaron de exponer ambos embajadores. Una intensa luz develó la sombra que cubría un lejano recuerdo de otros días. Estuve vívida por unos instantes en otra realidad de hace ya muchos ayeres. Me vi, de pie en la esquina de alguna calle con un parapeto de productos decorativos intentando sobrevivir un día más (frase que me acompañó mucho tiempo); luego me vi en los peores momentos en medio de deudas y desilusiones ante las enormes expectativas de ser progresivamente positivo ante la adversidad y así, verme defraudada una y otra vez.
¿Qué hay dentro del ser humano que nos permite la facultad de seguir creyendo en lo que no podemos ver?
Cuando Budiman Salim terminó su discurso, fue como si desdoblase ante mis ojos una alfombra mágica, llena de increíbles posibilidades, después de ver en mi mente tan malas remembranzas que con su experiencia personal me conmovieron en lo recóndito sus vivencias porque se unieron a las mías en mi canal cerebral. Y esa conexión, lejos de ser inútil, trajo un resultado sorprendente.
No podría menos que pensar que toda aquella descripción de lugares y maravillas tenía como propósito el envanecimiento personal, restregarnos en la cara ese estilo de vida casi inaccesible, como la incredulidad de algunos se asomó para dejar su precedente; no obstante eso quedó lejos de mi realidad. Recordé aquello que publiqué en mi primer blog aquí en Hongomanía: "Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo". Pablo Neruda.
Ese intervalo de tiempo entre soñar y estar despierto; esa puerta dimensional; ese salto cuántico; esa valija con tickets; eso y más puede formar parte de mi destino.
Sólo hay una cosa que me permitirá lograr lo que mi motivación, que me mantiene más despierta que el café, podrá conseguir y eso se llama FE.
"Si tú has creído porque has visto, imagínate quienes creen sin haber visto"
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