LOS JUEGOS QUE TODOS JUGAMOS
“Si logras vencer lo peor que hay en ti, lograrás que surja lo mejor de ti”, fue el consejo que recibió de su maestro. Acudió a él desesperado por no poder manejar su temperamento: había roto casi por completo la relación con sus padres, a su pareja la había humillado y herido en muchas ocasiones con palabras que como puñales le habían atravesado el corazón; en el trabajo sus compañeros no sabían qué esperar, pues lo mismo reía que se encolerizaba hasta el extremo de insultarlos; en cuanto a sus amigos eran pocos, pues era una persona que más que compartir había que padecer.
El maestro le hizo tomar conciencia de su actuar. Le comentó:
—¿Acaso no te has dado cuenta que te has metido en un juego muy peligroso?
—Yo no estoy jugando, cuando la rabia aparece sencillamente no me puedo contener.
—¿Te has percatado ya que es inadecuada tu conducta?
—Por supuesto, por eso estoy aquí, me doy cuenta perfectamente que con mi forma de ser he perdido más que ganado.
—Te felicito —contestó el maestro.
—¿Cómo?, ¿felicitarme? Si lo que necesito es cambiar urgentemente.
—Te felicito doblemente pues a partir del momento en que lo reconoces has iniciado ya tu curación.
—No entiendo.
—Mira, el cambio solamente es posible cuando aceptamos que algo dentro de nosotros no está bien. Si te empeñas en pensar que tu proceder es correcto no hay cambio posible y te quiero advertir que existen personas que mueren estando equivocadas, porque la luz de la autocomprensión nunca las iluminó.
—Entonces ¿qué paso sigue para lograr controlarme?
El autoconocimiento, identificando las emociones que alteran tu actuar, y anota bien estas cinco emociones auténticas: el miedo, la rabia, la tristeza, la alegría y el afecto. Deja de jugar y atrévete a identificar tus propias emociones.
—Una vez más eso del juego no lo entiendo.
—Los juegos psicológicos nos permiten evadirnos de la realidad, así por ejemplo te encolerizaste con tu pareja porque provocó en ti celos al atender en forma especial a otra persona, piensa, ¿qué te impulsó a realizar tan grande rabieta?
—Ella tuvo la culpa porque se puso de coqueta y la regañada que le di se la merecía, aun cuando ahora reconozco que exageré.
—¿Y qué hiciste después de tu rabieta?
—Le envié flores y le pedí perdón.
—¿Y qué más?
—Bueno, me encontré con ella y le confesé que la amaba.
—Y luego el juego concluyó, ¿no es así?
—No entiendo, una vez más ¿en qué consiste el juego psicológico?
—Al principio jugaste el papel de acusador, luego la salvaste perdonándola y enviándole flores, y finalmente te pusiste en el papel de víctima al decirle que no te pudiste contener, porque tu actuar se debió al inmenso amor que sientes por ella.
—Entonces ¿cómo debería haberme manejado?
—Enfrentando tus propias emociones, confesándole que tienes miedo de perderla y pedirle su ayuda pues con su proceder aumenta tu propia inseguridad. Además, los juegos psicológicos son mortales pues el tiempo que le dedicaste al rebusque fue tiempo perdido para siempre, el cual debías haber utilizado para conseguir una mayor intimidad logrando acrecentar más tu amor.
Los líderes evitan los juegos psicológicos pues no se pueden dar el lujo de perder el tiempo. Están conscientes que fácilmente pueden caer en ellos haciéndose las víctimas: acusadores y salvadores al mismo tiempo; además saben que hay juegos que pueden durar toda la vida, como es el caso de los alcohólicos, drogadictos, mártires graduados, etc. Ellos no juegan, rompen sus propios juegos y los de los demás.
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